MUJERES DE LA AMAPOLA EN GUERRERO - GUERRERO AL DÍA

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martes, 15 de junio de 2021

MUJERES DE LA AMAPOLA EN GUERRERO

 Cochoapa El Grande, Guerrero. Para construir su casa de material —tabique, cemento, varilla— María Ponce tuvo que dedicarse tres años a la siembra de amapola con ayuda de sus primas y sobrinos quienes rallaron y recolectaron la goma. 

 Al no tener ingresos económicos, los cultivos de amapola son el sostén para cientos de familias na savi de la Montaña de Guerrero que viven en la extrema pobreza.

 María, es originaria de Cochoapa El Grande, de los municipios de la región de La Montaña en el estado de Guerrero donde, según el Coneval, 95.5 por ciento de su  población vive en extrema pobreza.

 Aprendió de su esposo cultivar la amapola, pero desde hace siete años la dejó a ella y a sus hijos para migrar a los Estados Unidos en busca de trabajo para pagar una deuda de 40 mil pesos que adquirieron para atender una enfermedad que presentó su hija de dos años de edad.

 Luego de varios años y de cubrir el adeudo, María le planteó a su esposo la posibilidad sembrar amapola para ayudarlo a juntar dinero para construir su casa, ya que ella y sus hijos vivían en casa de los padres de su Jacinto, su esposo.

 Jacinto aceptó la propuesta de su esposa y pidió a su hermanos que la auxiliaran y compartieran algunas de sus mejores semillas de amapola para que María pueda iniciar el cultivo, además de que ofrecería trabajo a sus primas y sobrinos para el rallado y recolección de la goma.

 Desde enero de 2004, María se ha dedicado a sembrar la flor con ayuda de sus primas y algunos familiares de su esposo, quienes realizan tareas de supervisión, limpieza y abono de la planta que es conocida en la Montaña y en la lengua tuun savi como  Núnikundo’o (maíz bola).

 Para el trabajo de rallado y recolección de la goma, María emplea a dos de sus primas y principalmente a su sobrina Juanita, una niña de apenas seis años de edad a quien paga 50 pesos por día de trabajo.

 Juanita, es pequeña y por su estatura de 55 centímetros, logra realizar con mayor facilidad las tareas de rallado y, sobre todo, la recolección de la goma en un bote de aluminio, con el mayor cuidado para que la goma no se quede impregnada en su ropa, lo que disminuye la cantidad final que se recolecta.

 Con el trabajo de tres largos años, María asegura haber reunido el suficiente dinero junto con el que le envía su esposo, para comenzar a construir su casa de material en la que piensa vivir con sus tres hijos.

 Durante los tres años, asegura María, no fue la única que se benefició, al emplear a sus primas, sobrinos y algunos familiares de su esposo hizo que estos también obtuvieron ingresos para sostener a sus familias que de otra manera, difícilmente, no lo hubieran logrado.

 Aunque entiende que la siembra es ilícita, asegura que ha sido la única forma en que las familias de su comunidad pueden ayudarse a sobrevivir.

 En su comunidad no cuentan con clínica y para ser atendidos tienen que trasladarse hasta la cabecera municipal, pero si sufren padecimientos mayores o algún accidente, las familias tienen que viajar hasta tres horas al hospital general de Tlapa o quedarse para curarse con ayuda de un curandero y yerbas medicinales.

 Su comunidad no cuenta con ninguna calle pavimentada, no hay drenaje, tampoco baños, para obtener agua las familias tienen que ir a la barranca a kilómetros del pueblo y, las pocas casas de material se han construido por los que han migrado y la siembra de amapola.

FoToTexto: Salvador Cisneros/ Caminante